Jóvenes y mundo rural: una lección necesaria

«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar solo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido». Con esta célebre cita de su obra Walden, Henry David Thoreau, escritor, filósofo, naturalista y padre de la conciencia ambiental (además de fabricante de lápices), describe con una belleza conmovedora su deseo de vivir en comunión con la naturaleza.

Thoreau fue uno de los grandes inspiradores del neorruralismo, la migración de las ciudades al campo en busca de una existencia más tranquila y conectada con nuestras raíces. Iniciado en los 60 con los movimientos contraculturales, el idilio con un paisaje y un entorno sosegado, sin contaminación y el estrés urbanita, tuvo su renacimiento en los 80 y 90. En la actualidad asistimos de nuevo a desplazamientos hacia los pueblos por parte de personas desencantadas con la urbe, muchas de ellas jóvenes.

La realidad no siempre es bucólica, cierto. La falta de servicios básicos y de políticas de apoyo al medio rural, sumado a la dureza del trabajo agrícola, hace difícil echar raíces en este ámbito. El ‘Informe Anual de Indicadores 2018’ −último disponible− del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación refleja un descenso del 10,1 % en la población censada en municipios rurales entre los años 2000 y 2018. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), el porcentaje de personas dedicadas al sector agrícola y ganadero en 2018 descendió un 3 %. Por su parte, la Fundación de Estudios Rurales destaca que, por cada agricultor europeo menor de 35 años, hay cinco mayores de 65.

Sin embargo, también hay razones para confiar en el futuro del campo. Como la irreductible aldea gala de Astérix, muchos jóvenes resisten. Algunos teletrabajan para empresas o clientes radicados en otras localidades. Otros ponen en marcha negocios enraizados en el territorio, desde una perspectiva sostenible y responsable con el medioambiente: iniciativas turísticas, agricultura, ganadería, producción y comercialización de vinos y productos agroalimentarios tradicionales…

En lo que respecta a nuestro sector quesero, el tan necesario relevo generacional tiene unos cuantos protagonistas, volcados en continuar con la actividad iniciada por sus padres o abuelos. En La Rioja, Canarias, Asturias o Extremadura, entre otras comunidades, despuntan interesantes queserías con pequeñas producciones, pero de gran calidad, y aún más ilusión, dirigidas por emprendedores menores de 40 años. En Gran Canaria, incluso hay quienes mantienen viva la trashumancia, como los tres hermanos de la familia Mendoza.

También observamos con optimismo el nacimiento de nuevas actividades socioeconómicas en los pueblos: desde pequeños productores que venden sin intermediarios hasta artistas y familias deseosas de un entorno tranquilo y amigable, pasando por cooperativas y agrupaciones: Asociación Española Contra la Despoblación, Coordinadora de la España Vaciada, Jóvenes Dinamizadores Rurales, plataforma RAÍCES, etcétera. También surgen cada vez más iniciativas de base innovadora y tecnológica, como la de la ganadera Carolina Fernández, Premio Joven Agricultora 2020 por su explotación de vacuno ecológico para obtener carnes enriquecidas con omega 3.

Ojalá aprendamos, como Thoreau, que el campo importa y que necesitamos mantenerlo vivo.

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