¿Caduca el queso?
Bajo esta sencilla pregunta se esconde un mundo en el que algunas fechas no son puras matemáticas, pero sí objetivas, ya que cada producto que llega a nuestras manos conlleva un estudio pormenorizado entre el fabricante y el laboratorio. Es en ellos donde se realizan los estudios para evaluar la vida útil de cada producto, de acuerdo a varios criterios (entre ellos los ingredientes, cómo se almacena o el proceso de elaboración). Empecemos por lo esencial, es decir, por aclarar los tres conceptos que se refieren a esta “aparentemente simple”cuestión: ¿hasta cuándo se puede consumir un producto o un alimento? Esta duda tiene su respuesta en la etiqueta y, como podéis imaginar, el queso también tiene su período recomendado de disfrute.
Los tres conceptos que nos hablan del tiempo adecuado para consumir son, por un lado, la fecha de caducidad. Es decir, el día de un mes, de un año concreto, a partir del cual no se puede consumir un alimento por no estar bueno, porque se altera alguna de sus características organolépticas, o por ser perjudicial para la salud.
Por otro lado podemos encontrar la fecha de consumo preferente o, lo que es lo mismo, la que nos indica el momento del calendario a partir del cual un alimento se puede ingerir sin que sea nocivo para la salud, pero que puede cambiar sus propiedades sensoriales (las organolépticas) con el paso de los días, e incluso los meses. Es en este grupo, salvo excepciones, donde encontramos el queso.
La tercera manera de contabilizar el tiempo sería la de los productos sin fecha, como legumbres, la sal o especias secas, que no caducan. O el vino, ¡que hasta mejora con la edad! En cualquiera de los tres casos, es muy importante leer siempre las etiquetas, ser cuidadosos con el almacenaje y estar atentos a cualquier deterioro, no solo en el color, olor y sabor, sino en su embalaje.
¿Y qué hay del queso? Anteriormente hemos indicado que pertenece al grupo fecha de consumo preferente. Y, aunque no lo creáis, su vida útil variará si se trata de una pieza entera o no. Imaginaros un queso redondo cuya corteza protectora es natural, como los de nuestra quesería Los Cameros. En el momento en el que dicho queso se manipula para cortarlo en cuñas, o en lonchas, se acorta su vida. Además, el envase que nos llega como consumidores se somete a una serie de procesos para garantizar su mejor conservación, como puede ser la creación de una atmósfera protectora, entre otros métodos. El productor señalará el tiempo límite de consumo preferente, pero es posible que en puntos de compra encontremos cuñas envasadas, en las que aparezca una fecha de caducidad. Por ello, lo más sensato, siempre, es leer atentamente las indicaciones que nos detallan el tiempo para consumir cada producto.
Si os preguntáis cuál de ellos caduca muy, muy pronto, ¡habéis acertado! El queso fresco sí tiene los días contados. Por eso es importante que lo conservéis en su suero y que lo consumáis el mismo día, o en un espacio muy corto de tiempo, más aún si lo compráis sin envasar. Si observáis que se oxida, que su sabor se vuelve fuerte, o que su color se ha transformado (y de blanco ha pasado a amarillo), no se puede comer.
Como regla general, y siempre en función de las indicaciones del elaborador, una vez abiertos los quesos cremosos se suelen deteriorar pronto, en una o dos semanas. Los semiduros pueden aguantar hasta 21 días en la nevera. Y los duros, o los añejos que tanto nos gustan, son los más longevos. Recordad las medidas de conservación que os contamos en un post anterior (https://quesoloscameros.com/cultura-queso/querido-queso-que-bien-te-conservas/). En cualquier caso, ¡hay que leer, hacer caso de las etiquetas y de nuestros sentidos!
Muy interesante la nota, esclarecedora, se ve que la realizo alguien con conocimiento y criterio. Felicitaciones
Muchas gracias por sus buenas palabras, Sergio. ¡Le invitamos a suscribirse a nuestro blog!