Esculturas de queso ¡para comérselas!
Seguro que habéis oído hablar del mukimono, la técnica oriental de tallar frutas y verduras para convertirlas en coloristas piezas decorativas. Y si estos alimentos pueden ser la materia prima para crear obras de arte, ¿por qué no el queso? Aunque a los amantes del mismo nos pueda sorprender un uso que no sea el alimentario, lo cierto es que muchos artistas han optado por cambiar el mármol, la arcilla, la madera o el hielo por el queso como base de sus creaciones.
Quizá una de las más conocidas sea la “quesoescultora” norteamericana Sarah Kaufmann, conocida como la Dama del Queso, con más de 4.000 esculturas en su haber. Entre ellas, la ganadora del Premio Guinness de los Récords en 2018 a la más grande del mundo, en colaboración con Erik Acquistapace y Kerry Henning. La obra, de más de 1.400 kilos y casi dos metros, recreaba un caimán cocinando un pavo y se realizó a partir de un único bloque de queso cheddar curado. Según la propia Kaufmann, el proceso requirió 57 horas de trabajo.
Esta variedad (concretamente, cheddar de Wisconsin) fue también la elegida por el escultor Troy Landwehr para poner en pie una escultura a tamaño real de Abraham Lincoln (medía algo más de 1,90 mts) que conmemorara el bicentenario de su nacimiento. A partir de un bloque de queso de unos 454 kilos, Landwehr consiguió un retrato realista del decimosexto presidente de los Estados Unidos.
Otro artista del género es el italiano Valeriano Fatica, quien utiliza parmesano (además de frutas, verduras o granos de café) para tallar obras de extraordinario detalle, como un retrato del dios Zeus o el dragón de la popular serie Juego de Tronos que, por cierto, se venden on-line. En este vídeo podéis ver a Fatica en el programa de televisión El Hormiguero, a partir del minuto 1.41:
Si os animáis a practicar el arte de la talla en queso, las variedades más óptimas son, como estamos viendo, aquellas densas, consistentes y susceptibles de encontrarse en grandes bloques: los mencionados cheddar y parmesano, el gruyer, gouda o provolone añejos. Según indicaciones de la Dama del Queso, lo suyo es trabajar en un ambiente en torno a los 32 grados centígrados, para que la materia prima se caliente y sea más fácil de modelar, sin que llegue a derretirse ni estropearse.
Sin embargo, en España contamos también ejemplos realizados con una variedad tan cremosa como Arzúa-Ulloa. Confeccionada con motivo del 50 aniversario del club de fútbol local, se trata de una réplica a tamaño real de la escultura en piedra que, ubicada en la plaza principal de Arzúa, rinde homenaje a las queixeiras. Camilo Seira, discípulo del artista que firma la obra original, acompañado de un profesor y alumnos de la Escuela de Arte Mestre Mateo, de Santiago, fueron los encargados de dar forma a una pieza de 730 kilos a partir de un molde impreso en 3D. Se necesitaron nada menos que 7.500 litros de leche.
¿Y vosotros, tendríais una escultura de queso que decorara vuestro salón? ¿O seríais incapaces de resistir la tentación de hincarle el diente?
Esculturas de queso ¡para comérselas!,