El uniforme en una quesería
Impoluto: así es el entorno de una quesería, donde reina un riguroso protocolo para garantizar la seguridad alimentaria en todo momento. Desde la llegada de la leche, pasando por el complejo proceso de elaboración, hasta el envasado y viaje posterior del queso que tanto apreciamos en nuestro paladar, cada etapa está contemplada en la industria alimentaria. Para que este universo permanezca libre de cualquier incidencia, de gérmenes patógenos o de contaminación cruzada es imprescindible, además de llevar a cabo las prácticas correctas según la normativa de higiene y seguridad, que todos los trabajadores de la planta cuenten con la indumentaria adecuada. Un “uniforme” que está diseñado para preservar la higiene, seguridad y comodidad de todo el personal y que debemos proporcionaros cuando se visitan las instalaciones donde se lleva a cabo el fascinante proceso de convertir la leche en queso.
La “moda” en la quesería para minimizar los riesgos de contaminación cruzada y para eliminar correctamente cualquier contaminante bacteriano que pudiese colonizar la ropa de trabajo, comienza por la cabeza. Los gorros cumplen una función importantísima: tapar cabeza y orejas por completo, para evitar que cualquier pelo o partícula caiga y contamine el producto. Así que los gorros son obligados para cualquier persona que manipule un alimento o acceda a la planta, sin excepción. Además, los trabajadores no pueden llevar pendientes, piercings o anillos, entre otros elementos, por el mismo motivo.
Si seguimos por la cabeza, las mascarillas que protagonizaron las medidas contra el COVID y que pasaron a formar parte de nuestro a día a día, llevaban muchos años instauradas en ciertas zonas de las queserías para evitar la trasmisión de virus o bacterias. Además de las vías respiratorias, la vista y el oído también se cuidan con detalle en otras dependencias. La audición es muy importante y, por ello, el uso de cascos y tapones previene cualquier lesión auditiva que pudiera originarse si trabajamos con ruido. Las gafas, si hay riesgo de salpicaduras o partículas volátiles, también son obligatorias.
Es hora de prestar atención al torso y las manos. Los guantes de vinilo o nitrilo protegen los alimentos y las extremidades de posibles agentes contaminantes. Respecto a los uniformes de trabajo, no tienen botones o bolsillos que, en un momento determinado, se puedan caer o enganchar con una máquina. En el caso de que la persona trabaje en zonas húmedas en contacto con el líquido, deberá llevar un delantal impermeable de, por ejemplo, el polipropileno.
El trasiego en una quesería es una constante, así que hay que prestar especial atención a los pies, que nos conducen de unas áreas a otras. El calzado, uno de los complementos que más favorece el traslado de microorganismos, debe ser el adecuado. Primera norma: jamás se utiliza el mismo que se usa en la calle. Segunda: debe ser un zueco o calzado de seguridad con suela antideslizante que evite resbalar y caerse. Además, dentro de este manual de buenas prácticas, las calzas para cubrir los pies nunca faltan si somos visitantes.
Si todas estas medidas no fueran suficientes, los lavabos para el correcto lavado de manos y la maquinaria para desinfectar el calzado antes de acceder a cualquier dependencia de la quesería son parte de la rutina de higiene de todos los empleados. No forman parte del uniforme porque están fijos, pero como si lo fueran. Todo sea para preservar la inocuidad de los alimentos y el cuidado del personal que contribuye a hacer realidad la magia del queso.