Quesos y mermeladas de jalapeños, cactus y plátanos

El blanco y el negro; el yin y el yang; la noche y el día; el frío y el calor; el este y el oeste… Nuestra vida transcurre entre la armonía de los contrarios, una realidad que resulta muy sabrosa en la gastronomía. ¡Y cómo nos gusta esa atracción entre lo salado y lo dulce, e incluso cuando se cuela un ligero toque amargo! Bienvenidos al sorprendente, y apetitoso idilio, entre quesos y mermeladas.

Fuente de la imagen: La Vieja Fábrica

Parece que el mundo dulce de las confituras es limitado. ¡Nada más lejos de la realidad! Basta con ir a una tienda gourmet y perderse entre sus estanterías para descubrir un sinfín de texturas, tonalidades y sabores, que parten de una idea muy sencilla: azúcar, fruta y cocción lenta. Os aseguramos que, en el corazón de los tarros de diseño, o de aquellos recipientes clásicos que se decoran con telas de lino o de saco, o con puntillas, hay todo un universo de aromas y gustos. La clásica tarta de queso con moras, un capricho para los sentidos, es un ejemplo que resume muy bien este concepto visual que seduce el paladar. No obstante, hay vida más allá de ese postre romántico.

Comenzamos, siguiendo el orden lógico de la degustación de una tabla de quesos, con los más suaves. El camembert o el cottage, muy rico en proteínas, son algunas referencias que forman parte de esta familia. Lo ideal sería una confitura de arándanos. La segunda opción sería un clásico que nunca falla: el queso de Burgos con mermelada de membrillo. O el brie, elaborado con leche de vaca cruda, que puede seguir el guion con una mermelada de albaricoque ¡o desafiarlo! En este caso, la propuesta es maridarlo con una mermelada un poco picante, como la que nace de carnosos chiles jalapeños, esos que tanto nos recuerdan a México.

Los quesos de cabra no pueden faltar en nuestra tabla. Su color blanco es, además, perfecto para combinar con el rojo de la mermelada de tomate, un color que inspira nuestra energía. Su dulzor, y untuosidad, maridan muy bien con nuestro elegante Queso de Cabra Semicurado Los Cameros, con sus características cortezas naturales y ese recuerdo tan personal que nos transporta a los pastos naturales. Su jugosidad y sabor son igualmente perfectos para acompañar los rulos de queso de cabra. El contrapunto sería hermanarlo con un Manchego o con un potente Cabrales.

Los cactus son espectaculares por sus formas y sus llamativas flores. Sin embargo, quizá no habéis reparado en que sus complejos frutos en términos de recolección, los llamados en Canarias higos pico, o higos chumbos, son espectaculares como confitura. Si a la belleza del archipiélago le sumamos un momento culinario junto a esta mermelada y un queso mascarpone, el resultado es un diez. No obstante, las posibilidades que nos llegan desde el paraíso son muy apetecibles. ¡Qué os parecería unir una mermelada de plátano con el ligero amargor, y la cremosidad, de un DOP Flor de Guía!

Fuente de la imagen: Directo al Paladar

Este paseo dulce y salado es interminable. ¡Qué sería de nosotros sin un bocado de roquefort, o un silton, con una mermelada  de arándanos! O de una confitura de uva con un queso de oveja curado. O de ese delicioso parmesano, o un gruyère, con la textura de las frutas del bosque. O del salado del queso feta, ideal con una mermelada de fresa. Seguiremos probando porque ya se sabe que, de los momentos fortuitos, surgen las grandes (y sabrosas) ideas.

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