La trashumancia: huellas de tradición y cultura en 124.000 kilómetros

Al igual que las aves migratorias en los cambios de estación abren sus alas y se encaminan en bandadas a latitudes de clima más benévolo o con mayor disponibilidad de alimento, cada año, los rebaños trashumantes realizan su desplazamiento estacional en busca de mejores pastos.

Este sistema de pastoreo tiene sus orígenes hace más de 15.000 años y en la península ibérica ha ido dejando sus huellas unguladas, siglo a siglo, hasta trazar una enorme red de comunicaciones: las cañadas reales o vías pecuarias, que hoy en día aún se conservan. No exageramos al decir “enorme”, porque estas rutas suman más de 124.000 kilómetros de longitud, ocho veces más que los caminos de hierro desplegados por RENFE.

Cañadas, cordeles y veredas son las tres clasificaciones, hoy vigentes, de estas vías que, en el siglo XIII, estableció el Honrado Concejo de la Mesta, fundado por Alfonso X el Sabio para proteger a los pastores, y que fueron refrendadas por Ley de Vías Pecuarias de 1995.

El ir y venir trashumante no sólo ha servido para mejorar las cabañas ganaderas y optimizar los pastos. Estas rutas han contribuido a crear un valioso patrimonio cultural que ha impregnado el folclore, la arquitectura, la artesanía, la gastronomía, la toponimia o, incluso, el derecho, y ha propiciado un enriquecedor intercambio entre las diversas regiones de la península. Por estas razones, en 2017, la trashumancia fue declarada Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.

Trashumancia por una de las cañadas reales de nuestro país. Fuente: Canal Cordero.

La Rioja es una de las regiones donde la trashumancia ha tenido una relevancia singular y es parte inseparable de su cultura. Ya os hablábamos en un post anterior sobre la arraigada tradición quesera en esta comunidad autónoma, donde el queso era un alimento básico para la subsistencia de la población, de ganaderos y de pastores.

En Venta de Piqueras se encuentra el Centro de Interpretación de la Trashumancia, un espacio dedicado a esta tradición tan extendida en la comarca hasta hace menos de un siglo. Aquí, a principios del otoño, se celebra también una fiesta homenaje que recuerda la despedida popular a los pastores que emprendían su camino hacia las dehesas sureñas.

Brieva de Cameros fue, asimismo, un punto clave. En el siglo XVIII, esta pequeña localidad de la Cañada Real de las Siete Villas llegó a contar alrededor de 30.000 ovejas y todavía hoy rebaños de merinas viajan al sur, cada año, para pasar el invierno. En el mes de junio, sus calles se llenan de algarabía para celebrar la gran fiesta en torno a la tradición trashumante y recordar su importancia y todo lo que esta práctica ancestral puede enseñarnos para el futuro.

Fuente de la imagen: Rioja2.

Pero el futuro ya está aquí y la trashumancia comienza a adaptarse a los nuevos tiempos. Así, la tecnología GPS, unida al big data, ha permitido poner en marcha proyectos de investigación para monitorizar los movimientos de las cabezas de ganado en sus desplazamientos, lo que facilita que los pastores conozcan la ubicación exacta de los rebaños, el tiempo caminado o el estado de salud de los animales. Vamos, como las pulseras de actividad que nos ponemos en el gimnasio… pero para nuestras andarinas ovejitas.

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